Redacción – El Real Madrid con ganas de confirmar la racha con la que parecía haberse recuperado de los golpes primarios de una temporada recién comenzada y Gareth Bale no estuvo. El galés dejó pasar una oportunidad, otra más, en la que podría haberse erguido como ese líder que parecía ser tras la marcha de Cristiano y, lo cierto, es que ni siquiera estuvo cerca de conseguirlo.

Una volea bien conectada a la escuadra en una jugada invalidada por claro fuera de juego fue su mayor aportación en ataque. Mientras que, atrás, Odriozola hacía aguas en frente de un Cucurella que opositaba para el título de MVP del partido sin obtener ayuda del ‘11’ que paseaba por la banda del coqueto estadio armero sin la ambición del que quiere ganar.

Solari le dio los 90 minutos con intención de no señalarle con una sustitución antes del final pero Gareth Bale parecía haberse ido del estadio mucho antes que sus compañeros. Hasta 21 balones perdió en todo el partido y, lejos de deslumbrar y arreglar el desaguisado con alguna carrera de las suyas, el galés no aparentaba ningún atisbo de rabia en función de los goles en contra que iban cayendo sobre la portería de Courtois.

Algo que ya empieza a cansar tanto a la parroquia como a la directiva blanca. Ambas desesperadas al ver que su máximo exponente en ataque cuenta sus partidos por desapariciones y que, pese a mensajes del propio entrenador: “Bale tiene que salir cada partido a comerse el césped” que decía Solari hace unas semanas, no parece sufrir en sus carnes síntoma alguno de mejora.

Ya el verano pasado coqueteó con una posible venta. Una venta que, o mucho cambia el guión de esta película de terror, o esta avocada a llevarse a cabo más tarde que pronto. El galés todavía tiene atractivo en la Premier y desde la directiva no ven con malos ojos su vuelta a las islas de la misma manera en la que llegó a Madrid: con un intercambio de millones.