Rafael Nadal sigue dando cátedra y lesionado pasa a semifinales de Wimbledon

Rafa Nadal se clasificó por octava vez para las semifinales de Wimbledon remontando a Taylor Friz pese a una lesión abdominal que domó con artes de héroe.

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Con Rafa Nadal no hay imposibles. Ha vuelto a hacer una de las suyas. Otra gesta de superhéroe. Sí, en el Open de Australia remontó dos sets en contra en la final al ruso Daniil Medvedev. En Roland Garros conquistó su decimocuarta Copa de los Mosqueteros gracias a la anestesia que impedía que cojease del pie izquierdo, como sucedía horas después cuando acababa el efecto de la inyección. Y en Wimbledon ha vuelto a firmar una victoria épica.

Un milagro hecho realidad. Su padre, Sebastià, le invitó a la retirada. Sus gestos desde el box eran diáfanos. Son muchas lesiones, demasiados sufrimientos. Y ver a un hijo padeciendo duele.

Más que las molestias que llevaron a Rafa Nadal al vestuario con 3-6, 4-3 en el marcador. Poco más de una hora de tenis en la central, y el balear poniéndose en manos del fisioterapeuta para revisar el castigado abdominal. En la zona derecha, donde desde el primer día lucía unas cintas kinesiológicas de color carne.

Nadal se rebeló, por enésima ocasión, contra el infortunio. No hizo caso a los suyos. Siguió para adelante. En la ‘Catedral’ del tenis, cuartos de final, no hay rendición posible. Ese espíritu competitivo le llevó hacia una victoria para el recuerdo. Remontó el problema físico y la brava resistencia del oponente, el estadounidense Taylor Fritz.

Una lección de Rafa Nadal. Ganó 3-6, 7-5, 3-6, 7-5 y 7-6 (10-4) en cuatro horas y 20 minutos. Mantuvo su condición de invicto en los cuartos de Wimbledon. Disputará, el viernes y si el físico acompaña, su octava semifinal, frente al australiano Nick Kyrgios, un ‘bad boy’ peligroso que no falló ante el chileno Cristian Garín, 6-4, 6-3 y 7-6 (5).

Nadal recurrió a una de sus condiciones más valiosas, saber exprimir los recursos de los que dispone en cada instante. El abdominal no permitía un saque potente, lo subsanó buscando ángulos, variaciones. Adaptó su tenis para sobrevivir.

El campeón del Open de Australia y Roland Garros sumó su decimonovena victoria consecutiva en Grand Slam. Mantuvo viva la llama de repetir en su regreso a Wimbledon tres años después. Su nuevo hito llegó en el decimocuarto aniversario del partido del siglo, cuando destronó a Roger Federer en la final de 2008. Éxito que ratificó en 2010.

El mérito de Nadal es mayor por el nivel de tenis que desarrolló en los momentos clave. Tras ser atendido, con más rabia y corazón que certitud, se llevó el segundo set. Movía la cabeza de un lado a otro mirando a su equipo y familiares. «Durante mucho tiempo pensé que no llegaría al final del partido», reconoció.

Lo hizo y de qué manera. El ‘supertiebreak’ a diez puntos supuso una oda al tenis. Implacable en cada golpeo, moviendo a su adversario con maestría. Explotó la magia de un campeón récord de 22 Grand Slams y su experiencia. A los 36 y años con un palmarés portentoso, estas situaciones suman, alimentan su pasión por este deporte.

Mostró fortaleza para atemperar la energía de Taylor Fritz, 24 años y nº 14 mundial, capaz de recuperar un ‘break’ en el quinto set para estirar la conclusión al máximo. El estadoundiense sufrió una situación similar en el Open de Australia 2021 ante Novak Djokovic. Volvió a tener delante a un Nadal lesionado, como en la final de esta temporada en Indian Wells. Entonces, fisura de estrés de la costilla. Allí perdió Rafa. En Wimbledon, no. Se negó a ello. Echó de mano de cada gramo de su grandeza.