Redacción – Con 32 años y todos los títulos posibles en su palmarés, incluyendo diecisiete de Grand Slam, el récord de once coronas tanto en Montecarlo como en Barcelona y Roland Garros, Rafa Nadal podría permitirse muchos lujos si no fuera la bestia competitiva que es y que le ha ayudado a ser una leyenda del deporte. Inconformista, el manacorí quiere más, también desde la humildad y la ilusión para saber sufrir como el más normal de los mortales. Pletórico en momentos en que la bola entra donde quiere, estajanovista cuando de repente pierde las sensaciones y debe pelear sin sus armas habituales que establecen diferencias.

Rafa Nadal no ha limpiado aún lo que él denominó como “mal día” en la derrota ante Fabio Fognini en semifinales de Montecarlo. Dijo que había disputado uno de los peores partidos, sino el peor de todos, en catorce años. En la entrada en su decimoquinto Barcelona Open Banc Sabadell-Trofeo Conde de Godó recordó más al del sábado que al once veces campeón y rey de la tierra batida.

A trancas y barrancas, con más actitud que tenis, superó al argentino Leonardo ‘Yaca’ Mayer por 6-7 (7-9), 6-4 y 6-2. Nadal necesitó prácticamente tres horas (2h.50’) para acceder a los octavos de final del jueves, en los que repetirá un clásico en el Godó contra David Ferrer, verdugo de Lucas Pouille por 6-3 y 6-1. Toda la responsabilidad para el balear, en momento delicado afrontando a un alicantino a sus 37 años espectacular en su gira del adiós. Un regalo para el de Xàbia, un caramelo envenenado para Nadal.

“Está nervioso y no cogiendo las sensaciones”, señalaba tras el segundo set Francis Roig. “Demasiados fallos, a ver si está más tranquilo de cabeza”, comentaba Carlos Moyà tras ver cómo sus pupilo Rafa Nadal perdía el primer set, algo que no había sucedido en sus catorce debuts anteriores en el cuadro principal del RCTB-1899.

A las dudas de Nadal ante un rival experimentado, 31 años y 63º ATP, se unió el viento molesto, rememorando aún más Montecarlo. Cinco veces se había medido antes a Mayer, derrotándole en todas. Aun lejos de su nivel, Rafa tuvo el set inicial en sus manos. Sirvió para cerrarlo con 5-3, pero entregó su saque en blanco. Con 5-4 tuvo bola de set, que no concretó, como tampoco las otras dos en el ‘tiebreak’, con 6-5 y 7-6. Lo acabó perdiendo, rompiendo una racha de 30 sets ganados consecutivamente en el Godó, desde los dos que perdiera ante Fabio Fognini en octavos de 2015.

La estadística evidenciaba el tenis trabado de Nadal, con sólo 5 golpes ganadores y nada menos que 16 errores no forzados. No mejoró mucho más los números, pero pocos aceptan con tal entereza la adversidad, y Nadal hizo un pequeño avance en su juego, suficiente para ganar 6-4. Peleando contra sus nervios, su inseguridad, pero sobreviviendo, una vez más.

Tras dos horas y diez minutos de choque de segunda ronda, Nadal y ‘Yaca’ Mayer afrontando la decisión. Viniendo de atrás, de muy abajo, Nadal continuó agarrándose a la tierra de su pista la central Rafa Nadal. Echo mano del mono de trabajo, de ese sexto sentido para seguir vivo en competición. Dio otra lección de profesionalidad y como los grandes supo ganar en un día si no negro del todo porque ganó, sí gris.

Nadal, 20 golpes ganadores, por 25 de Mayer, que también sumó más errores no forzados, 41 y 36 el español.