Redacción – Estambul no contempló un baile del Liverpool como presagiaba más de uno. El Chelsea se creció para hacer frente al escepticismo generado estos últimos días. Pero Estambul es Estambul para el cuadro de Anfield. Un lugar señalado en el que hizo historia en 2005 y en el que repitió su éxito en la Supercopa de Europa. Fue en la tanda de penaltis, como en la última ocasión, gracias a una intervención decisiva de Adrián en el quinto lanzamiento, errado por el juvenil Abraham.

Lampard recompuso a tiempo al Chelsea tras el varapalo de Old Trafford, entregado esta vez a la energía de Kanté y la experiencia de un Giroud que desahogó a su equipo. Aunque al inglés no le tembló el pulso con Abraham y Mount cuando la final se fue a la prórroga. Una consecuencia de la sanción de la FIFA que puede servir como trampolín para jóvenes en un club más acostumbrado a invertir el dinero de Abramovich que a apostar por los talentos que emergen desde la base.

Pero fue Kanté quien marcó las diferencias. Portentoso en la conducción, su actuación sirvió para abandonar el cliché de que el francés es solo apto para interceptar. El ex del Leicester mareó a un Liverpool descontextualizado sin Firmino, incómodo con un Oxlade-Chamberlain que llevaba más de un año en el dique seco. Acusó Mané la ausencia de su socio brasileño en el ataque, menos vertiginoso que de costumbre. Como referencia, el senegalés y el Liverpool perdieron intimidación.

Se aprovechó de ello un Chelsea nuevamente desafortunado de cara a puerta. Como ya le ocurrió en Manchester, el larguero se interpuso en el camino de Pedro hacia el gol, excelente en todo lo demás. El canario es un hombre de momentos importantes, curtido en mil batallas. Como Giroud, que avanzó al cuadro de la capital inglesa tras un pase medido de Pulisic. Recompensa a un buen primer tiempo de un Chelsea en ciernes, muy mejorado respecto a su última puesta en escena.

A Klopp, sin embargo, le sirvió mover una pieza en el tablero para cambiarle la partida a Lampard. Entró Firmino y el Liverpool de los tres tenores se reencontró con una versión notable. Intensidad, precisión y acierto. Más altruista que nadie, el futbolista brasileño desvió un balón a la espalda de los centrales para que Mané barriera a la meta. No existió fuera de juego. No le hizo falta el VAR a Stéphanie Frappart ni a sus asistentas, excelentes en esta fecha histórica para el fútbol.

El Chelsea sorprendió al Liverpool en el primer tiempo pero en el descanso se intercambiaron los papeles. El campeón de la Champions le hizo sombra al de la Europa League, frustrado por una mano prodigiosa de Kepa a Van Dijk que podría haber resuelto la Supercopa de Europa. No fue así. Se fue la final a la prórroga. Y el Liverpool le dio la vuelta. Todo lo que pasa por Firmino acaba siendo mejor. El brasileño se asoció con Mané y el senegalés, de un disparo seco, estableció el 2-1.

No se rindió el Chelsea, alimentado por la ilusión de Abraham. El joven inglés justificó la apuesta de Lampard y provocó un penalti tras una supuesta infracción de Adrián. No falló Jorginho, experto en estas situaciones. Se rehizo el cuadro de Stamford Bridge ante la adversidad, dispuesto a dar emoción a un encuentro que se resolvió desde los once metros. Nadie parecía que fuera a fallar hasta que lo hizo Abraham. Apareció Adrián, que ya se considera un nuevo ídolo en Anfield.