Gerard Pique cumplió su palabra tras avisar que estaría dispuesto a anticipar su retiro hace un año, durante una entrevista al diario El País fue rotundo: «Cuando vea que no soy tan importante como siempre lo he sido me iré… Lo que no aceptaré es retirarme siendo suplente. Si son los últimos tres meses de una temporada y me toca, bueno. ¿Pero un año entero en el banquillo? No, no me apetece».
Hasta aquel momento, 23 de octubre de 2021 y bajo la órdenes de Ronald Koeman, había jugado nueve de los primeros once partidos de la temporada (siete como titular), al día siguiente completó un Clásico de infausto recuerdo (1-2 en el Camp Nou) y al cabo de una semana, frente al Alavés, tuvo que ser sustituido a los 70 minutos víctima de una lesión muscular que fue el inicio del fin.
Al lado de Ronald Araújo y por delante de Oscar Mingueza y Clement Lenglet (por supuesto del invisible Samuel Umtiti), Piqué completó la temporada sufriendo físicamente lo que no había padecido en las trece temporadas anteriores, y el propio Xavi, allá por el mes de marzo, le pidió expresamente un esfuerzo extra a pesar de sus dolencias.
Cumplió, para lo bueno y para lo menos bueno, como pudo y acabó la temporada jugando 40 partidos, perdiéndose los cuatro últimos (cuando ya no había nada en juego) derrumbado por una lesión de aductor que sufrió antes de llegar a la media hora del partido frente al Mallorca.
Ante el Almería jugará su último partido como azulgrana en el Camp Nou, donde debutó el 13 de agosto de 2008 durante un partido de la previa de Champions frente al Wisla Krakow (4-0), la misma noche en que se presentó como entrenador Pep Guardiola.
Suplente ante el equipo polaco, Guardiola lo llamó en la parte final del choque por la lesión de Dani Alves… Y le reclamó de mala manera al descubrir que no tenía puestos los zapatos. Nada muy distinto a lo que sucedió el último sábado en Valencia. Principio… y final.
Le avisó de la intención de añadir otro central top a la plantilla azulgrana tras el fichaje de Andreas Christensen para dejarle claro que sería el último de la fila. Y su respuesta fue tan inesperada como resuelta: «Ficha al mejor… Y acabaré jugando yo». Un desafío en toda regla del que, al final, no pudo responder.
Consecuente con su afirmación, Xavi lo desplazó al último lugar del banquillo y Piqué comenzó, muy a su pesar, a cavilar aquella afirmación de octubre de 2021, que era la segunda después de que en agosto de 2020, tras la debacle frente al Bayern Munich en Lisboa, anunciara estar preparado «para dar un paso al lado si soy un problema».
Solo faltó que desde el club, lejos de recibir alguna señal de apoyo (o al menos de silencio), se filtraran detalles que en poco o nada le beneficiaban de cara al público, que todo ello se mezclara con el descubrimiento de su negocio con el presidente de la Federación Española de Futbol, Luis Rubiales, a cuenta de la Supercopa de España y, también, de su separación con Shakira.
Entre todo ello y la visión de Marcos Alonso, lateral izquierdo, pasando por delante suyo en los planes del técnico, la explosión ya empezaba a tomar cuerpo en su cabeza.
Y cuando tras su calamitoso partido frente al Inter de Milán, el Camp Nou le silbó cuando entró en la parte final del choque frente al Villarreal, la decisión ya estaba tomada.
Cansado de todo y decepcionado con muchos, Piqué decidió marcharse marcando los tiempos, como siempre, y haciéndolo, como siempre, a su manera.
Tomando por sorpresa a todo el mundo, cogiendo a contrapié a Joan Laporta y a sus propios compañeros, a quienes no anunció la noche anterior su último capítulo.
Hasta junio de 2024, fecha de conclusión de su contrato, Piqué debía ingresar cerca de 50 millones de euros, entre salario, cantidades diferidas y prima final de fidelidad de la que el club explicará la resolución final.
Diversas informaciones, no confirmadas, aseguraron el jueves por la noche que Piqué decidió renunciar, como en su día hizo Carles Puyol, al salario que debería cobrar por este año y medio. Desde el Barcelona se explicó que es un tema que debe «acabar de decidirse».
INIGUALABLE
No se entendería el mejor Barça de la era moderna sin la presencia de Gerard Piqué. Sergio Busquets será el último mohicano de una época irrepetible, pero será Piqué quien pase a la historia como el personaje innegociable que, más allá del césped, representó al barcelonismo más resuelto y desacomplejado.
Enemigo público número uno del madridismo, el mejor central del Barça del siglo XXI (cuya figura no tendrá nada que envidiar a legendarios como Migueli, Koeman, Gallego, Puyol, Olivella o Biosca) disfrutó provocando, criticando o señalando al club merengue, a no pocos de sus jugadores, a su presidente y a la propia institución para goce y disfrute del barcelonismo.
Su carrera como futbolista del Barça se aprecia inigualable en todos los sentidos. Personaje tan resuelto como incómodo, fue capaz de mezclar su profesión con todo lo demás, se alejó de Guardiola, nunca intimó más de lo necesario con Lionel Messi y a pesar de ser un totem del vestuario le costó, y no poco, alcanzar el rango de capitán.
Se enfrentó con no pocos compañeros el 1 de octubre de 2017 pretendiendo no jugar contra Las Palmas en plena jornada de un referéndum en Cataluña repleto de incidentes en las calles y nunca, jamás, escondió su carácter festivo, saliendo sin disimulo de noche, jugando en el casino, bailando de madrugada en cualquier discoteca y utilizando las redes sociales a su antojo.
Se marcha Piqué después de 14 años, 615 partidos oficiales y 30 títulos en azulgrana dejando tras de sí un reguero de historias para contar. Dentro y fuera del campo. Un personaje único. «Sin él se nos caía en el invento”, explicó una vez el malogrado Tito Vilanova para argumentar, resumir, el peso trascendental de Gerard en el Barça.
Y aunque algunos (la memoria es corta) lo señalen como protagonista de pesadillas como las de Roma, Lisboa o Anfield, incluso de su último desastre frente al Inter de Milán, para el recuerdo y los libros quedará siempre la figura de un central inigualable… Que ha sabido marcharse antes de que lo echen del club de su vida.