Redacción – El brazo de Piqué apagó, de golpe, la alegría del Barça, que tras una terrible primera mitad en la que pasó como un fantasma por El Sadar había remontado… Hasta que el penalti cometido por el central le permitió a Roberto Torres lograr el definitivo 2-2, entrándose en la recta final del partido y evitando una victoria que sin ser injusta habría sido, desde luego, más que discreta.

Al Barça le revolucionó la entrada del jovencísimo Ansu Fati tras el descanso, magnífico en su papel, y le dio el galón definitivo Arthur, que lo hizo poco después para convertir el 1-0 en 1-2, pero de forma incomprensible, cuando ya con ventaja en el marcador debía dominar con solvencia el juego, se perdió ante la presión desmedida del rival y acabó por pagarlo con el penalti que dio paso al empate final.

En la primera parte el Barça fue una sombra, un equipo sin personalidad, sin intensidad y sin la alegría que sí había mostrado frente al Betis. Ni una ocasión de gol, ni un remate entre los tres palos, ni profundidad, ni toque ni verticalidad. La nada más absoluta en la que apenas Rafinha y Carles Pérez se salvaron del desastre.

Al Osasuna le bastó con una llegada para dejar a todos señalados. Un error defensivo en la banda derecha dejó el balón en pies de Brandon y su centro largo lo remató impecable Roberto Torres a la red. ¿Qué sucedió? Que el delantero rojillo estaba absolutamente desmarcado, en un error de marcaje colectivo imperdonable y que, sucedido a los seis minutos, cayó como una losa en el ánimo del Barça.

Y es que desde ahí y hasta el descanso no apareció el equipo de Valverde, regalando al rival una primera mitad impensablemente cómoda y para alcanzar el descanso sin más problemas.

El panorama lo cambió Valverde en el descanso. Ansu Fati, juvenil que aún no debutó en el Barça B, fue llamado para revolucionar el partido en su segunda aparición con el primer equipo. Y si en su debut frente al Betis mostró buenas sensaciones en un partido ya sentenciado, su papel de salvador lo cumplió con creces en Pamplona.

Sustituto de Semedo, Sergi Roberto bajó al lateral y Rafinha (luego sustituido por Arthur) al centro del campo. Y comenzó un partido nuevo. Totalmente distinto a lo visto en la primera mitad. Le puso más nervio al juego, despertó De Jong. Pero fueron Carles Pérez y Ansu quienes revolucionaron el juego.

Y así le dio la vuelta el Barça al marcador. Primero con el excelente cabezazo del juvenil y después con el magnífico disparo del brasileño, quien estrenó su cuenta goleadora con el Barça para colocar el 1-2. En ambas ocasiones el asistente fue el mismo: Carles Pérez.

Osasuna quiso y pareció no poder. Hubo un buen rato en que el campeón dominó con calma el juego, juntando sus líneas, combinando con mayor agilidad y mandando, como solía, a través del balón. Y buscando la electricidad de sus atacantes, con tanto protagonismo de Ansu y Carles Pérez como buenos desmarques aunque menor aparición de Griezmann, más entregado al trabajo colectivo que al lucimiento individual.

Pero, de pronto, el control se descontroló sin razón aparente. El Barça perdió la calma, le dio la ocasión a Osasuna de recuperar la tensión, la presión y la ilusión y se fue retrasando y olvidando su buena impresión hasta que lo pagó.

El brazo de Piqué, protestón sin razón, le dio a Roberto Torres la ocasión de igualar desde los 11 metros. Y el delantero rojillo no falló. Engañó con su lanzamiento a Ter Stegen y encendió el ánimo de una hinchada tan entregada a los suyos como eufórica por el empate, que aumentaba hasta los 27 los partidos de Liga consecutivos que Osasuna no pierde como local en la Liga.

Tuvo ocasión de lograr el 2-3 Carles Pérez, tras un genial pase de Arthur, pero se entretuvo demasiado y acabó por demostrarse que el Barça sigue, se mantiene, muy alejado de lo deseable lejos del Camp Nou.

Empate y gracias. Mal en Bilbao, mal en Pamplona. Y mucho que solucionar para un campeón sin Messi, sin ideas y con problemas. En tres jornadas ya se dejó 5 puntos por el camino.