El FC Barcelona lo hizo. No solo el primer equipo femenino, parte vital y sin la que no habría existido nada de lo ocurrido este miércoles en el estadio azulgrana.
Lo ha conseguido el club, sus trabajadores y sus aficionados. Todos lograron que el partido de vuelta de los cuartos de final de la Champions League ante el Real Madrid en el Camp Nou haya ingresado con letras de oro en los libros de historia del fútbol y del deporte mundial tras albergar 91.553 espectadores.
El resultado, un 5-2 que le valió el billete a las azulgranas para su quinta semifinal de Champions, se podría decir que fue casi lo de menos. Nada de lo ocurrido este miércoles fue normal, empezando por el juego de las azulgranas, condicionado razonablemente por unos nervios de estar viviendo algo histórico.
Echó a rodar el balón y las imprecisiones en ambos conjuntos eran constantes. Eso sí, con el denominador en común del control local, la fluidez, la circulación y las jugadas milimétricas no eran las de siempre. Hasta el primer gol fue inesperado. Corría el minuto ocho de partido cuando Mapi León controló un balón en la zona de tres cuartos del ataque azulgrana, escorado a la derecha, vio desde la lejanía a un Misa adelantada y no se lo pensó. Zurdazo con efecto y envenenado para romper la igualada y provocar el primer estallido de la grada.
Tras la piña de celebración con sus nueve compañeras en el campo, la soledad de la portería le impidió a Paños ser partícipe de ese corro, se acercó la autora del tanto a la banda y le insistió a Engen para que saliese del banquillo a celebrarlo juntas. Un choque de manos particular que seguramente solo ellas entendieron, y a seguir que quedaba mucho por delante. Si las de Alberto Toril tenían alguna esperanza de colocarse en disposición de intimidar las eliminatorias, ese tanto lo mandó todo al traste para ellas. Con ochenta minutos por delante el global era de 4-1 y necesitaban tres tantos en un partido para igualar la serie, lo que no ha logrado nadie desde que el Atlético de Madrid le marcó cuatro al Barça el curso pasado con la Liga ya conquistada para las azulgranas.
Con las blancas aturdidas por el tanto de la central aragonesa, la otra central azulgrana, Paredes, cometió dentro del área unas manos inocentes e involuntarias, pero punibles. Olga superó la ensordecedora pitada del graderío para rematar raso y ajustado al palo izquierdo de Paños para poner la igualada.
Le costó mucho al Barça encontrar la pausa, la triangulación y esa esencia que le ha convertido en un equipo legendario. Seguramente el hecho de no escucharse sobre el campo influyó de manera determinante. Jugar en un entorno donde apenas escuchas lo que te dice una compañera que está a dos metros, cuando no es lo habitual, cambia las reglas a mitad de la partida, y toca readaptarse.
Arrancó el segundo tiempo y Claudia Zornoza vio la apuesta de Mapi en el gol inicial y la dobló. Y vaya si la dobló. Controló casi desde el centro del campo, dio tres zancadas y lanzó un misil tierra-aire para marcar un gol de bandera ante una Paños muy adelantada y que nada pudo hacer. El Madrid, con cuarenta minutos por delante estaba donde quería, a un gol de igualar la eliminatoria. Le estaba ganando al Barça en su fiesta, pero Aitana dijo basta. Pase de Jenni al espacio, control con la diestra para acomodarla y remate ajustado con la zurda para devolver la igualada y alcanzar, muy posiblemente, el clímax de sonoridad en el Camp Nou.
La cosa iba de subir cada vez más el listón y Claudia Pina tenía una invitación a esa fiesta. Fue titular de forma merecidísima y en una de sus acciones por la izquierda sacó la mirilla para ponerla con un toque de gran calidad en el palo largo haciendo imposible la estirada de Misa.
Faltaba la Reina
La fiesta parecía inmejorable pero la Reina Alexia Putellas tenía que aparecer todavía. No fue su mejor gol, ni el más elaborado, pero fue un gol en el Clásico del Camp Nou. No podía faltar. Encaró, amagó y remató cruzado para poner el cuarto. ‘Una manita, queremos una manita’, cantaba el público, y Graham acudió rauda y veloz a la orden. Jugada de Rolfö por la izquierda, centro pasado y el quinto a electrónico gracias a la noruega.
Con los cinco en el electrónico, el global de 8-3 en la eliminatoria y el pase más que sentenciado, Giráldez movió el banquillo y premió a varias de sus futbolistas con disputar unos minutos de este encuentro que ya forma parte de la historia del fútbol, una de ellas, la legendaria Melanie Serrano, en su decimonovena temporada en el club azulgrana y habiéndolas vivido de todos los colores.