Redacción – Atlético y Real Madrid jugarán la final de la Supercopa de España. Los invitados se disputarán el título después de que en la segunda semifinal el equipo de Simeone se impusiera a un Barça que llegó a bailarle, que pudo y mereció derrotarle con claridad, que se estrelló contra Oblak y el VAR… Y que acabó derrumbado con el postrero gol de Correa, en el desemboque del duelo para acabar 2-3. Para no creer.

Mereció el Barça más. Mucho más. Comenzó fatal, se vino arriba, dominó con una autoridad aplastante, se recuperó de un gol en contra, peleó contra todo, llegó durante un buen rato a exhibirse y acabó roto, sin entender qué pudo pasar. Pasó que perdió cuando, sin duda, mereció ganar.

Le costó diez minutos entrar en juego al equipo azulgrana, pero en cuanto lo hizo convirtió la primera mitad en un monólogo indiscutible. Tras un inicio de partido desolador, sin ritmo, sin profundidad ni intensidad, más similar a un amistoso de pretemporada, el equipo de Valverde, dirigido por un Messi muy activo, se adueñó del control y empequeñeció a un Atlético cada vez más aculado, menos atrevido y pendiente de sobrevivir como buenamente pudo ante un rival al que solo Oblak evitó marchar al descanso en ventaja.

El meta esloveno salvó a Messi y a Griezmann… Y el VAR salvó al Atlético en un mano de Felipe que bien pudo ser penalti, además de otra jugada, curiosa, en la que el árbitro solventó con una simple amarilla un manotazo de Thomas a Umtiti que, argumentando que el balón no estaba en juego, bien pudo significar la expulsión del jugador colchonero.

El Barça no brilló, De Jong no apareció, Vidal se multiplicó, Neto apenas si se significó, Messi estuvo enorme… Pero el partido se fue al descanso sin goles, dando una impresión de injusticia poética que, apenas comenzar el segundo acto cambió el decorado de manera absoluta.

Simeone sorprendió sacando del campo a Héctor Herrera, de lo más acertado del Atlético en la primera mitad, para dar entrada a Koke… Y en 20 segundos ese equipo desaparecido, abrumado y agobiado, se dio el gusto de, en su primera llegada al área, marcar. Sacó de centro, combinó con rapidez ante el despiste de la zaga azulgrana y Koke marcó con un disparo ajustado que alucinó a todo el mundo. Y pareció dejar tocado, tocadísimo, a un Barça que no entendía tal injusticia.

Otra vez por detrás en el marcador, otra vez obligado a remar contra corriente, el equipo de Valverde estaba ante un reto descomunal como se aventuraba remontarle a un Atlético cuya especialidad defensiva está, y más con el marcador a favor, fuera de toda cuestión. Pero si el Barça había completado una más que aceptable primera mitad, en la segunda su rabia le catapultó. Dirigido, sin disimulo ninguno, por Messi.

El Barça se revolvió contra su mala fortuna y tardó cinco minutos apenas en nivelar el marcador. Controló, con suerte, Suárez en la frontal del área y le dejó el balón a Leo, que entrón con furia, potencia, orgullo y fe ante tres rivales antes de soltar un obús a media altura al que no pudo responder Oblak para igualar, por la vía rápida el marcador.

Y no contento con ello siguió, con más intensidad aún, el Barça apretando a un rival descontrolado y al que dominó ya de una manera brutal hasta sentenciar su remontada. Oblak evitó a Messi y Griezmann el 2-1, el VAR apreció brazo de Messi para anular un gol memorable… Y Griezmann, por fin, logró llevarlo al marcador al superarse el primer cuarto de hora de la segunda mitad, en pleno festival de un Barcelona desatado y que, probablemente, jugó sus mejores minutos de la temporada.

Sin nada que discutir, el Atlético no tenía opción de dar que hablar frente al dominio abrumador del campeón de Liga, que volvió a estrellarse contra el meta esloveno por medio de Suárez y contra el VAR en una jugada de lo más controvertida, anulándose un gol a Piqué por fuera de juego harto dudoso de Vidal en una jugada de pizarra magnífica y más que discutible en la decisión arbitral.

Y con todo a favor, jugando como quería, dominando sin oposición, disfrutando de una noche feliz… Se le fue todo por la borda al Barça en un abrir y cerrar de ojos. Una contra acabó con penalti de Neto a Vitolo y lo transformó Morata en el 2-2 a los 81 minutos y apenas entrar en juego Rakitic otra contra supersónica del Atlético la sentenció Correa imponiéndose a la salida desesperada del meta brasileño, que en cinco remates encajó tres goles.

Sin entender nada, el Barça se vio por debajo en el marcador, ante el pasmo general y después de haber jugado muchos minutos a placer, con un juego sobrio y en ocasiones brillante. Descompuesto ante la fortuna de un Atlético que se llevó la victoria sin acabar de entender cómo pudo hacerlo.

El fútbol, a veces, puede ser muy injusto…