Rafa Nadal, único, irrepetible. El mejor campeón de la historia con sus catorce títulos de Roland Garros y los 22 de Grand Slam, dejando a dos a sus compañeros de ‘Big 3’, el serbio Novak Djokovic y el suizo Roger Federer. No se baja de la élite, de los top-10 del ranking mundial desde abril de 2005. Un extraterrestre. Si sus conquistas abruman, el mérito se dispara al infinito en el contexto de múltiples problemas, de una lesión crónica y degenerativa en el pie izquierdo desde su entrada con los mejores del circuito. Necesitó de anestesia tras el encuentro ante Corentin Moutet, de segunda ronda, que reveló como el momento más delicado. Luego fue dejando el camino a cuatro adversarios del top-10 mundial: Felix Auger-Aliassime, Novak Djokovic, Alexander Zverev y Casper Ruud.
Uno de los rituales de Roland Garros es cuando el ‘speaker’ canta por el micrófono de la pista central «campeón de 2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2017, 2018, 2019, 2020». La grada, con capacidad para 14.800 espectadores, ruge a medio camino. Por mucho que acelera cada cifra, los segundos se alargan. Como la figura del protagonista, que le obligará a añadir el 2021.
«Podría ser mi último partido en Roland Garros», alertó Rafa Nadal antes de disputar los cuartos de final contra el serbio Novak Djokovic, quien le había arrebatado momentáneamente la hegemonía en las semifinales de 2021. No lo fue aquel, tampoco lo debe ser este 6-3, 6-3 y 6-0 en 2h.18′ sobre Casper Ruud, el primer noruego que accede a una final de Roland Garros. A sus 36 años Nadal es el campeón más veterano del torneo, batiendo el registro de los 34 de Andrés Gimeno en el cincuentenario de su triunfo en 1972, pero será capaz de convivir con el dolor si su buque insignia, el torneo parísino, continúa a su alcance.
La ilusión por competir se mantiene. Analizó si retirarse a finales del año pasado, lo descartó arropado por su familia y su equipo, plagado de amigos. Y no se arrepentirá nunca, unió a su palmarés ya un Open de Australia y un Roland Garros. Con 22 Grand Slams iguala a la alemana Steffi Graf, se sitúa a uno de la estadounidense Serena Williams, tiene a dos el tope absoluto con 24 de la australiana Margaret Court.
El ahora número cinco mundial, cuarto el lunes, maniató casi a su antojo a Casper Ruud, 23 años y nº 8 (será sexto). Entre disputar una trigésima final y estrenarse ante el rey de la tierra batida en su casa media el abismo que se plasmó. Nadal jugó con lo que necesitaba en cada momento, bien por arriba o arrasando a partir del 1-3 del segundo set. Hizo un parcial de 11-0 a uno de los visitantes ilustres de su academia en Manacor, un rendido admirador desde niño y que pagó la novatada.
Nadal buscó su revés en un día en que el sol acompañó para satisfacción del supercampeón, que lloró emocionado después de contenerse con una celebración moderada en respeto a su colega y amigo. Se llevó las manos al rostro, tiró la raqueta bañándose ya en alguna lágrima mientras miraba a los suyos, que comprendían mejor que nadie por todo lo que ha pasado en los últimos doce meses. Su 92º título profesional, 112 partidos ganados de 115 en París. Gigante. Otra réplica de la Copa de los Mosqueteros, cuyo original le entregó la ex tenista estadounidense Billie Jean King para las fotos, y un talón de 2.200.000. Y mucha satisfacción personal y agradecimiento a su entorno próximo.
No hubo épica como en Melbourne levantando dos sets en contra frente al ruso Daniil Medvedev. Son catorce finales de Roland Garros, es la sexta que finiquita en tres sets. Su balance global es de 44 ganados y siete perdidos.
El remate siguió la lógica, pero el camino anterior estuvo plagado de obsáculos. En su visión conjunta resulta una nueva gesta de Rafa Nadal, que comenzó con la lesión de costilla que le mantuvo apartado de la actividad durante seis semanas, justo antes y en el inicio de la gira de tierra batida. Este Roland Garros lo empezó a mordisquear cuando se marchó de Roma cojo por el síndrome de Müller-Weiss en el escafoides del pie izquierdo pero prometió que agotaría el mínimo recurso a su alcance para darse una oportunidad, con la ayuda de los suyos, especialmente el médico desde los comienzos, Ángel Ruiz-Cotorro.
Cumplió con la vocación de superación que viene de serie y ha ido perfilando y engordando a cada reaparición milagrosa. Deportivamente dio el golpe de gracia batiendo a su gran rival, Novak Djokovic, el mismo día que Carlos Alcaraz se inclinaba ante Alexander Zverev, que luego abandonaría en silla de ruedas contra Nadal al doblarse el tobillo.
Por una cosa u otra, Nadal halla el hueco. Porque lo persigue con ahinco. Es un muro para los rivales. Sí, Casper Ruud sólo se anotó seis juegos, pero Roger Federer arañó cuatro (6-1, 6-3 y 6-0) en época de apogeo, en 2008. Rafa sólo permitió sumar seis a Stan Wawrinka y Dominic Thiem en las finales de 2017 y 2018. La de 2020 ante Djokovic la inauguró con un impresionante 6-0.
«¡Rafa, Rafa, Rafa!» tronó el público, con el español mas entregado que nunca. Quiere paladear lo que quede de este mito viviente. «No sé qué pasará en el futuro, pero voy a seguir luchando para continuar», señaló en su discurso.