Lewis Hamilton: Aprendió karate para dejar de sufrir bullying y se enamoró del automovilismo a partir de un regalo de su papá

0
742

La mentalidad puede llevar a una persona a cumplir con el propósito de su vida. Lewis Hamilton se planteó desde niño llegar a la Fórmula 1 y triunfar. Lo consiguió. Pero no solo por talento o por contar con el mejor auto. Su personalidad y convicción por conseguir sus objetivos son claves en su campaña. Así alcanzó las 92 victorias en la Fórmula 1, superando por una la marca de Michael Schumacher, y quedó a un paso de igualar los siete títulos en la Máxima que celebró el alemán.

La velocidad estuvo ligada a él incluso antes de nacer el 7 de enero de 1985. Sus padres lo llamaron Lewis en homenaje al atleta estadounidense Carl Lewis. Pero a sus dos años se terminó el matrimonio entre Anthony (cuyos padres llegaron al Reino Unido en los años cincuenta desde la isla caribeña de Granada) y Carmen Larbalestier. Fue en aquella niñez donde también admitió haber sufrido bullying. “En la escuela me molestaban y me hacían bullying. Los chicos jóvenes son como una flor que florece: si los mantienes en la sombra, no crecerán tanto como un niño que no sufra bullying”, reveló en una entrevista en 2017 al medio inglés Daily Mail. “Por eso con seis años fui a clases de karate para defenderme. No sé de dónde lo he sacado, quizá de ver a Bruce Lee. Estuvo genial, pero hasta los 13, 14 o 15 años no tuve la confianza necesaria para defenderme, y eso que ya era un cinturón negro”, recordó.

También admiró a otro que supo lo que era dar y recibir golpes: Cassius Clay: “Veía a Muhammad Alí y siempre quería tener su confianza. Quería ser capaz de plantarme y ser el que tuviera más confianza en mi habilidad. Lo quería. El momento en el que me abrí y florecí se retrasó mucho. Alí era el deportista más grande de todos los tiempos. Siempre quise tener eso”, agregó.

Su amor por los autos nació a los seis años cuando su papá le regaló un coche a radio control. Lewis quiso iniciarse en el automovilismo y Anthony, que era empleado de los ferrocarriles británicos, hizo un enorme esfuerzo para comprarle su primer karting. Debió sumar otros dos empleos para empezar a costear la campaña de su hijo quien no lo defraudó y los éxitos no tardaron en llegar. El sacrificio empezó a valer la pena.

Hasta que en 1995 llegó el momento de dar su primera gran muestra de personalidad. Una oportunidad para capitalizar el estar en el lugar y momento indicados. Con una campera y zapatos prestados de su antecesor como campeón británico de karting, fue a una ceremonia de premiación en Londres, donde conoció al entonces team-manager de McLaren, Ron Dennis. Pidió un autógrafo y le afirmó “un día quiero correr para vos”. Dennis respondió: “Llamame en nueve años y te arreglaré un contrato».

Ese diálogo pareció un chiste, una anécdota, pero no lo fue. Dennis siempre tuvo un ojo clínico para reclutar talentos. En solo tres temporadas y con 13 años, Hamilton se integraba el programa de desarrollo de jóvenes pilotos de McLaren que ya tenía a Mercedes como proveedor de motores. A fuerza de esfuerzo, dedicación y capacidad se fue formando hasta ser un deportista súper profesional. Nada fue casualidad sino causalidad. Tuvo el apoyo del equipo inglés para su carrera, pero Lewis siempre fue una roca en lo mental. “Yo no hacía cosas normales, no salía con los amigos los fines de semana. Yo corría karting, no hacía lo que hacían mis amigos, pero me hubiera encantado hacerlo también. Perdí una gran parte de mi infancia y adolescencia por eso. Debido a eso no era muy sociable”, confesó.

Apadrinado por McLaren-Mercedes, hizo la escalera profesional y se consagró en las categorías menores como la Fórmula Renault Británica (2003), Fórmula 3 Euro Series (2005) y la GP2 (2006), divisional antesala directa a la F-1 que hoy se llama Fórmula 2. Estaba listo para dar el gran salto y debutar nada menos que en McLaren, el equipo donde su ídolo Ayrton Senna había logrado sus tres títulos en 1988, 1990 y 1991. En sus primeros años lució un casco parecido al que usaba el recordado astro brasileño.

En su ingreso a la Máxima no fue solo el piloto cool, el moreno que venía a romper los esquemas siendo el primero de color en llegar al gran circo. Nunca se achicó en este ambiente que es una trituradora de carne y donde las presiones están a la orden del día. Supo ser protagonista en su primera temporada donde peleó el campeonato con su entonces compañero de equipo, el español Fernando Alonso, que estrenaba su bicampeonato mundial, y el finlandés Kimi Räikkönen, a la postre campeón con Ferrari. En aquél ejercicio de 2007 tuvo chispazos con Alonso, pero bancó la parada con apenas 22 años. Esa difícil relación y el apoyo que tuvo de Dennis hicieron que el asturiano volviera a Renault en la temporada siguiente. En 2008, Hamilton, con 23 años, lograba su primera corona.

Cinco temporadas más tarde llegó a Mercedes y, en el siguiente ejercicio con el cambio de reglamento técnico y los nuevos motores híbridos (combustión y eléctrico), arrancó la exitosa combinación que sigue predominando. Luego de obtener otros dos campeonatos en 2014 y 2015, en 2016 llegó el mano a mano con Nico Rosberg, por entonces su compañero de equipo. El alemán fue campeón recién en la última carrera en Abu Dhabi, pero en aquél largo pulso Hamilton le ganó la guerra psicológica al punto de que el germano se retiró con 31 años…

En 2017 se convirtió en el único británico en lograr cuatro coronas en la Máxima. Minutos después de aquella consagración en México, reveló que “me estoy preguntando por mis maestras que pronosticaban que nunca iba a lograr esto; seguro que leerán mañana las noticias y dirán: yo ayudé a ese joven». Y agregó que “espero ser un testimonio de que se puedan lograr grandes cosas de la nada; sé que hay alguien allá afuera como yo”.

En la pista es cierto que tiene al mejor equipo detrás con estrategias muy trabajadas. Pero él también hace lo suyo. Puede llegar a ir segundo, tercero, cuarto, aunque no importa. Con un buen auto Hamilton es un depredador que sabe cuándo y cómo atacar a su presa. Cada vez que olió sangre de su rival fue letal como en 2018 con el alemán Sebastian Vettel quien cometió varios errores y no supo aprovechar el mejor auto de Ferrari desde 2012. Lewis es un demoledor a la hora de buscar el resultado y dar la estocada. Así obtuvo otro título.

En tanto que Hamilton también es crack abajo del auto. Muy hábil para declarar. Sabe instalar guerras psicológicas que luego termina ganando. Conoce muy bien cómo incomodar a un rival antes de una carrera. Hasta en ocasiones dio a entender que Mercedes no tenía el mejor auto… Claro que eso no era verdad. Quiso quitarse presión y que los otros recojan el guante. O incluso marcar la agenda de los medios. Da la sensación de que él maneja los tiempos de la actual F-1. En 2019 su compañero de equipo, Valtteri Bottas, arrancó ganando en Australia y se mostró en un gran nivel. Algunos decían que era el año del finlandés. Pero Hamilton en la segunda carrera corrida en Bahréin volvió al triunfo puso las cosas en su lugar. Luego fue un monólogo suyo.

Admira a Fangio a quién define como “el padre de este deporte y para los pilotos, es uno de los mejores y siempre será admirado”. Su testimonio fue antes de plasmar su quinta corona en 2018. Más tarde en Interlagos, Brasil, recibió con emoción un trofeo que le regaló la fundación que maneja el museo del Chueco. El inglés donó un casco que hoy se expone en la galería de Balcarce que homenajea al Quíntuple.

Es excéntrico y como un buen referente global de esta época usa mucho las redes sociales. Comprometido con el medio ambiente, declaró que “ser vegano es la única solución para salvar el planeta. Sinceramente, siento ganas de dejarlo todo, de acabar con todo por completo. Estoy triste ahora mismo por cómo está el planeta. La extinción de nuestra raza se vuelve cada vez más probable mientras usamos en exceso nuestros recursos”. En lo personal disfruta mucho de su tiempo libre con su familia.

Lewis Hamilton ya es una leyenda viviente de la Fórmula 1 y del deporte mundial. Sus éxitos no se deben solo a que tiene el mejor medio mecánico. Potencia su talento con su personalidad. Y hasta es capaz de vulnerar las estadísticas de Schumacher, más allá de que no se lo trace como objetivo: “Siempre he dicho que alcanzar el récord de Michael no es un objetivo, no me gustan los récords y cosas así, siempre pensé que estaba muy lejos y ahora, incluso si está muy cerca, todavía parece muy lejos”.

Lo cierto es que hoy disfruta de la gloria. Esa que soñó desde muy chico y que durante toda su vida se preparó para conseguirla.