Redacción – El Real Madrid se lleva el derbi madrileño con una victoria por 1-3 sobre el Atlético y toma por asalto la segunda posición de la tabla.
El derbi por fin tuvo sabor a clásico. Solo hubo que esperar al tercer intento en la temporada, en que ambos se jugaban media Liga. Se lo dio la intensidad de ambos. El juego serio y bien organizado de un lado y del otro. Las ganas de arrasar y un ambiente que sacaba chispas en un Wanda Metropolitano repleto. Los héroes inesperados y los villanos de costumbre.
No podía faltar la dosis de polémica por las decisiones arbitrales. Un dudoso penal a favor del Real Madrid. Y la intervención del VAR, que otra vez levantó ampollas en ambos bandos.
Atlético jugaba como le gusta al Cholo, «con el cuchillo entre los dientes», pero por una vez, la defensa del Real Madrid jugaba con mucha seriedad, incluyendo al canterano Sergio Reguilón, que volvía tras ceder su puesto a Marcelo en el clásico. Saúl por un lado y Modric por el otro se partían el alma para controlar el centro de la cancha. Thomas y Casemiro, por recuperar y cortar las llegadas rivales. Después estaban Vinicius y Benzema, de blanco, o Morata y Griezmann, a rallas, como amenaza constante a las porterías. Hasta ahí, un juego equilibrado. El momento decisivo, el que rompería el empate, tenía que llegar de las botas más inesperadas. Como las de Casemiro.
Real Madrid se adelantó a los 15 minutos y la forma no podía ser más dolorosa para los rojiblancos. En un tiro de esquina en que Sergio Ramos le gana el salto a cuatro defensas para ponerle el balón a Casemiro con un cabezazo. El brasileño, en el borde del área y con la chilena más torpe que se ha visto en el Wanda, fusiló a Jan Oblak.
Pudo sumar uno más el conjunto merengue, pero Lucas Vázquez está hecho para trabajar por tres durante 90 minutos, no para definir. Se habrá arrepentido de la oportunidad fallida, pues al poco tiempo, Girezmann puso las tablas.
Quizás la animadversión a Courtois, quizás el modo con que el francés firmó un golazo más, o el tiempo en suspenso mientras el VAR revisaba la jugada por un posible juego de lugar, pero cuando el árbitro lo dio por bueno, el Wanda enloqueció. El atacante francés había batido al enemigo de la jornada en un mano a mano y clavándole el balón entre las piernas.
Fue volver a empezar para el Real Madrid, pero como lleva un mes ganando en confianza, el tanto rojiblanco solo los dejó más picados Vinicius Júnior. El brasileño llevaba casi todo el partido causando estragos por la banda izquierda creando una ocasión tras otra. Hasta que en una llegada a velocidad, Giménez lo derribó al borde del área. El árbitro decretó el penal, pues la falta había empezado fuera, pero terminó cruzando la línea. Así, antes de que se cumplieran los primeros 45 minutos, Ramos puso el 1-2 desde los once pasos. Y por una vez no fue un Panenka.
El Atlético fue perdiendo la compostura conforme avanzaba el reloj; y más, después de que el árbitro anulara el 2-2 por un (muy discutido) fuera de juego apenas perceptible. La frustración fue doble, pues habría sido un golazo de sombrerito sobre Thibaut Courtois y habría contado como el debut goleador como rojiblanco de Álvaro Morata ante su exequipo. Casi lo celebra, por cierto, si se midió fue porque vio venir la intervención el VAR.
A 20 del final, en el Atlético se dieron por sentenciados, si no por el Madrid, por el arbitraje, pues Estrada Fernández decidió dejar sin castigo un penal sobre Morata.
El ánimo rojiblanco se vino abajo. Empezaron a aparecer los espacios. Los errores. Los nervios. En el bando de enfrente, el hambre infinita de Benzema y Gareth Bale.
El de Cardiff sentenció con 15 por jugarse a pase de su socio francés. Con ello llegó a los 100 goles como merengue y de paso se curó en salud con un gesto que pudo – o no – ser un corte de mangas a la afición rival. No lo percibió el árbitro; sí una falta de Thomas, que vio su segunda amarilla y dejó a los locales con diez a ocho del final. Y sin la menor esperanza de remontar.
La afición se ensañó especialmente con Thibaut Courtois, el ‘enemigo’ que opacó hasta la animadversión a Sergio Ramos.
La traición, su fichaje por el máximo rival, habrá dolido tanto a los ‘ultras’ como intentaron humillarlo con una lluvia de ratas de peluche en cuanto se paró bajo los palos.
Ya desde las horas previas, la ‘placa’ en el paseo de leyendas del Wanda dedicada al belga por sus servicios cuando vistió la camiseta rojiblanca, se llenó de roedores de juguete, basura y más escupitajos de los que ha visto hasta la de Hugo Sánchez.
Courtois vivió su hasta ahora mejor etapa con el Atlético de Madrid, dejando una marca de 125 goles recibidos y 76 puertas a cero en 154 encuentros en las tres campañas en que militó en el club entre 2011 y 2014, cedido por el Chelsea.
«Blanco, ni el orujo», había advertido la afición rojiblanca a través de una pancarta colgada en el campo de entrenamiento del Atlético desde el viernes. Más o menos al mismo tiempo en que los ‘ultras’ dieron con la ocurrencia de recibir a Thibaut Courtois con una lluvia de ratas de juguete en cuanto se paró bajo el marco.
El belga se esperaba la sonora pitada que recibió cada vez que tocó el balón y solo pedía que no le lanzaran objetos. Eran animalitos de peluche de los que lastiman solo el orgullo. Y empeoran la imagen del que insulta. Apareció una pancarta más en la grada, para dejar clara su postura. «Thibaut, rata», rezaba. Traidor, vinieron a decirle al arquero que les ayudó a conquistar una Liga, una Copa del Rey, una Europa Leaguey una Supercopa de Europa.