El Barcelona pudo golear al Dynamo de Kiev y acabó pidiendo la hora para ganar por la mínima gracias, en gran medida, a la soberbia reaparición de Ter Stegen. Si enfrente, en la meta ucraniana, un jovencísimo Ruslan Neshcheret fue una muralla ante la que se estrellaron una y otra vez los remates azulgranas, en la propia el meta alemán demostró la razón por la que es indiscutible.
Seis paradas, de mérito, realizó Ter Stegen… y hasta once acumuló Nescheret, un chaval de 18 años que se doctoró a lo grande en el Camp Nou y cuya actuación fue lo suficientemente soberbia como para que el equipo azulgrana agradeciera el final del encuentro, ganado por 2-1 en una noche descontrolada.
Ganó el Barça un duelo sin gobierno, extraño y roto, en el que la figura de Ter Stegen creció hasta la majestuosidad, evitando hasta en cinco ocasiones el gol de un rival que encontró una auténtica autopista en el centro del campo azulgrana y una defensa de juguete, incapaz de imponerse a la electricidad del joven e inexperto, pero audaz, Dynamo.
Supersónico de salida, creando hasta cuatro ocasiones de gol en 7 minutos y anotando Messi de penalti el 1-0, provocado por él mismo, el Barcelona perdió sin razón aparente el control del partido al cabo de un cuarto de hora, obsequiando al Dynamo con una tranquilidad inesperada que, de pronto, le dio brío al equipo de Lucescu para avanzar sus líneas y empezar a buscar el área azulgrana.
Fue así como tal que el jovencísimo Neshcheret desvió milagrosamente un remate cruzado de Messi, Ter Stegen colocó un pie salvador en un centro de Tsigankov, en pleno desconcierto azulgrana y crecimiento inverosímil de un Dynamo que ya se creía capaz del empate.
Se dejó ir el Barça de manera extraña, se descontroló, rebajó la tensión y agradeció muy mucho una mano salvadora del portero alemán, cuya reaparición no pudo ser más feliz, poco después de la media hora a un cabezazo de Buyalsky, inexplicablemente desmarcado en el área.
Despertó en la fase final de este primer tiempo el equipo azulgrana, con dos remates de Pedri y Ansu y una sensación de normalidad… Solo aparente, porque seguía en el frío ambiente un temor sordo que la noche no era lo feliz que se esperaba.
Así comenzó, enloquecida, la segunda parte, con Ter Stegen evitando de entrada el empate y llegando tras un corner, con un remate de cabeza, otra vez solo, de Andrievskiy que, por fortuna para el equipo azulgrana fue anulado por haber salido el balón del campo en el centro.
De susto en susto volvió a ser decisivo el meta azulgrana ante Supriaga, cuando más se atrevía el Dynamo, con cabalgadas de Gerson Rodrigues que rompían los planes de un Koeman cada vez más descontento en el banquillo y que movió pieza a la hora de partido, dando entrada a Sergi Roberto y Dembélé por dos insulsos Pjanic y Griezmann.
¿Solución? No lo pareció de entrada por cuanto no rebajó en su ambición el equipo ucraniano, tan valiente en ataque, estrellándose contra Ter Stegen, como afortunado en defensa, salvado por el joven Neshcheret, tan imponente como el alemán en el otra área.
Si pareció acabar el sufrimiento con el 2-0 de Piqué, se demostró rápido un espejismo. Volvió el portero azulgrana a salvar a Tsygankov pero ya no pudo más después, aún evitando el gol en un primer remate al posterior del propio delantero ucraniano, convertida como estaba la defensa azulgrana en un drama.
Desordenado, con Messi queriendo pero sin poder, con un juego colectivo incapaz de tomar el control y una zaga tan descolocada como aturdida, el Barcelona pecó de su falta de acierto ante la portería contraria para ganar con solvencia un partido que se acabó con el Dynamo achuchando en busca del empate, el equipo de Koeman perdiendo tiempo y despidiéndose de lo que esperaba una noche feliz con una sensación de agobio que no pudo ni sospechar.