El adiós de Gareth Bale del Real Madrid, llegó como una estrella y se marchó sin pena ni gloria

Gareth Bale no tuvo mucha participación en la temporada con el Real Madrid.

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Hubo hace unos años una película llamada Waterworld, protagonizada por Kevin Costner, fue uno de los mayores fracasos históricos de Holywood. Apenas lo recuerdo porque, por edad, las memorias son difusas, pero sí mantengo en mi mente que era el típico proyecto que lo tenía todo para triunfar y que, finalmente, quedó en nada: presupuesto, actores, historia, imaginación… Un bluff en toda regla.

Lo de Gareth Bale con el Real Madrid no ha sido tanto, la verdad, porque, como mínimo, el galés ha sido importante para que los blancos consiguieran muchos títulos. Condiciones ha tenido, y tiene, como para haber hecho, como mínimo, lo que ha conseguido en el Madrid.

Sin embargo, la imagen con la que el madridismo se queda es con la de los últimos años: un jugador que podría haber dado mucho más y cuya actitud en los últimos años empaña su gran protagonismo en los primeros.

Sabemos que el galés es un hombre… “Distinto”. Así me lo describe un compañero de vestuario que, además, añade sobre Bale que “no es mal tipo, pero igual no ha manejado bien su último tramo de carrera”.

Nadie duda de su afabilidad, pero sí creo que sus últimos años han sido para olvidar: desde los desencuentros con Zidane (que comenzaron con su suplencia en Kiev) hasta la falta de compromiso con Ancelotti, pasando por varias imágenes grotescas cuando no contaba para el francés o salidas de pata de banco en sus redes sociales contra cierto sector de la prensa española.

También es cierto que tanto la afición como el propio club pusieron sobre sus hombros la responsabilidad de ser el heredero de Cristiano Ronaldo tras su marcha a la Juventus. Craso error. Ni el galés tuvo nunca esas ganas de romper récords como el portugués ni, mucho menos, la madera de líder que aquel grupo necesitaba. Al final, aquella confianza ciega se tradujo en más desencuentros con Zidane y en más ausencias (sospechosas) durante esta temporada.

 

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Bale tampoco ha sabido “jugar” con la afición. Su frialdad y distancia con los fans sorprendió cuando sacó aquella pancarta tras aquel partido internacional con País de Gales de “Gales, golf y fútbol, en ese orden”. Pudiendo haber pasado a la historia del Real Madrid como el “héroe de Kiev”, se ha empeñado en pasar al imaginario colectivo como el meme de Twitter. Y es una pena.

Tan mal se ha gestionado su último tramo de carrera que hasta el máximo rival ciudadano del Real Madrid, el Atleti, le ha rechazado tras un ofrecimiento por parte de sus representantes. Cruel final.

Bale será recordado como un grandísimo jugador que llegó a cambio de 90 millones de euros y que enamoró con aquella delantera formada por Cristiano Ronaldo, Benzema y él mismo. Sin embargo, la memoria madridista priorizará, mucho más, unos últimos años, cesión al Tottenham Hotspur mediante, en los que la pena es más amplia que la gloria.

No llega a ser el fracaso de Waterworld pero la sensación es parecida: lo tenía todo para triunfar y, al final, apenas queda una cinta de video con sus mejores imágenes y un sabor de boca muy agridulce. La típica película que se queda cogiendo polvo al fondo del video club.