Redacción – Karim Benzema es el espíritu del Real Madrid. Y el único merengue con alma. Cuando peor se veían sus compañeros, entregados ya a su irremediable destino, se negó a bajar los brazos. Un doblete del atacante francés dio la victoria al Real Madrid por 2-1 sobre el Eibar en un partido más de hastío y angustia en el Santiago Bernabéu.

Como en la jornada pasada, y la anterior, el Real Madrid tuvo que remontar.

De nuevo, un torpe error defensivo del conjunto merengue permitió que el rival se adelantara y lo tuviera contra las cuerdas buena parte del partido.

Fue error de Varane, que se quedó mirando la forma en que Escalante aguantaba el balón en lo que encontraba un rematador abierto. También de Reguilón, que no movió un músculo para obstaculizar el disparo, y de Keylor Navas, que como el resto lo vio venir, pero por achicar antes de tiempo Marc Cardona lo encontró ya en el suelo para poner el 0-1.

Marc Cardona. Que estaba destinado a la banca y entró en el once titular en el último momento después de que Pedro León se hiciera daño durante el calentamiento. Un joven delantero con solo tres goles ligueros en su haber, contando el de esta tarde, y que juega poco, pues sumaba apenas 312 minutos en Liga antes de iniciar el encuentro.

El disparo con que el canterano del Barcelona metió al Madrid en problemas fue el primero, y único, del Eibar en toda la primera parte.

Los saltos de júbilo de Cardona se contraponían a la rechifla de un estadio a media capacidad que sonaba como si no cupiera un alfiler.

No fue un arrebato de furia al verse súbitamente abajo en el marcador. Hacía 40 minutos que el enojo iba subiendo poco a poco. Los balones perdidos con facilidad en la media entre Valverde, Isco y hasta Modric. La torpeza de Gareth Bale en los controles que ilustra el mal momento de juego del Madrid a la perfección, y también la creciente angustia y falta de autoconfianza de verse permanentemente bajo la lupa y culpado de todos los males del equipo merengue. La dejadez y limitaciones de la defensa presentes en el sufrimiento de Odriozola, que no podía con la presión de Cucurella, o en la pesadez de la pareja de centrales, Varane y Nacho, que llegaban tarde cuando llegaban, mientras Sergio Ramos se resguardaba de la lluvia y el escarnio en el palco, descansando tras su error en Mestalla.

No es que pareciera que les da igual quedarse o salir al final de la campaña, es que dan la sensación de correr en pelotón hacia la puerta.

Ni siquiera la ‘magia’ de Zinedine Zidane les ha infundado las ganas de «terminar bien».

«No hay que olvidar lo que ha hecho esta gente», repite Zidane sin cesar en su intento por proteger a los jugadores a su cargo. El problema es que no lo olvidan ellos. Tan acostumbrados están a ganarlo todo que poca cuenta se dan de lo desmotivados que parecen cuando no pelean por nada.

De suerte para Zidane, Karim Benzema y su inagotable espíritu de lucha estaba en la cancha. El francés se echó al equipo a las espaldas para intentar salir del abismo. Vio dos goles anulados por fuera de lugar, VAR mediante en uno de ellos, antes de poder marcar el 1-1 a la hora de juego.

No fue ni remotamente el tanto más lucidor del ‘9’ merengue, un cabezazo algo oportunista a un centro de Asensio desde la banda, pero valió como si lo fuera, pues le devolvió la respiración a un equipo que ya se había asumido derrotado.

Ayudó, y no poco, que pocos minutos antes, el central del Eibar Iván Ramis saliera lesionado y fuera un hombre de ataque, Fabián Orellana, quien ocupó su lugar.

El tanto, aunada a la debilidad defensiva, le abrió el camino al Real Madrid para seguir intentando, aunque fuera ya por compromiso. Tardó 20 minutos en llegar el segundo de Karim, aprovechando un pase de Toni Kroos, que acababa de entrar a la cancha.

El francés, a lo suyo, lo siguió intentando, si acaso por maquillar el mal partido de su equipo, pero el resto no quiso engañarse más. Sabían que el partido, como la campaña, había terminado mucho antes.