Redacción – El Barça es líder. Al menos hasta el domingo por la noche. Lo es gracias a sumar la victoria acostumbrada (1-0) sobre una Real Sociedad que no sabe lo que es puntuar en el Camp Nou desde 1995. Y que este sábado lo tuvo más cerca que nunca, hasta caer derrumbada por un penalti tan claro como extraño, puesto que no lo señaló el árbitro hasta bien pasados dos minutos, tras seguirse jugando y no acudir a la pantalla hasta que el balón se perdió.

Faltaban diez minutos para el final y Leo Messi, quien si no, transformó la pena máxima para aliviar a un Barça al que le falta aliento. Le falta frescura, le falta fútbol, alegría. Le faltan muchas cosas y sobrevive a duras penas. Pero, de momento, ahora mismo, es el líder.

Sin la rapidez de antaño y se diría que con un punto de incomodidad física, Messi sigue siendo el guía al que se agarra el Barça para huir de un declive que a cada partido que pasa da síntomas de estar más asentado en el vestuario.

Previsible, lento y falto de alegría, el equipo azulgrana quedó ya en evidencia en un primer cuarto de hora durante el que Martin Braithwaite, el último en llegar y que se estrenó como titular, pareció un cohete en comparación a sus compañeros. El danés, excitado y entregado a partes iguales, sumó dos ocasiones casi continuadas y acabó marcando un gol, a los 16 minutos, anulado por fuera de juego.

¿Braithwaite y nada más? Eso era lo que parecía en un Barça que echaba de menos la prestancia de Messi. Porque de los demás jugadores azulgranas apenas si había noticias. Griezmann se cansaba en buscar desmarques para nada, De Jong seguía diluido y casi inisible en el interior, Busquets no encontraba donde apoyarse, Rakitic corría sin ton ni son. Algo tan incomprensible como ya visto esta temporada.

Leo la tuvo rozando la media hora y llegándose a los 40 minutos, cuando remató ajustado al palo una cesión corta de De Jong. Apenas nada más de nadie, salvo una salida rápida de Ter Stegen a un pase largo para Portu que fue, casi, lo único que hizo en ataque una Real Sociedad tan bien posicionada como nula en el remate.

La segunda mitad no hizo más que aumentar la sensación de hastío entre la grada, decepcionada cada vez más con el juego plano e insulso de un Barça sin profundidad y al que empezó a poner en problemas la Real en cuanto se estiró, buscando el área de Ter Stegen.

Simplemente un obús de Rakitic que salvó Remiro fue noticiable. Hasta que entró, entre pitos ya no disimulados, Arturo Vidal y de un centro suyo se decidió el duelo. El balón lo tocó con el brazo Le Normand pero el juego siguió. Y siguió y siguió con un ataque posterior del equipo vasco hasta que salió fuera el balón y el árbitro se fue a mirar la pantalla… Y pitó penalti.

Y lo transformó Messi para aliviar, por un partido más, a un Barça mudo en su fútbol, sin mordiente ni chispa. Pero que, de momento, es líder. Probablemente el liderato más triste que se recuerda en el Camp Nou.