Redacción – El Barcelona sobrevivió en la Copa de casualidad. Casi sin querer y, desde luego, sin merecerlo evitó el KO pero no el ridículo en Ibiza, eliminando a un rival de 2ªB que le dejó en evidencia durante una primera mitad de pesadilla y mantuvo su ventaja en el marcador hasta el minuto 72, cuando igualó Griezmann para encaminarse con toda la urgencia hacia la recta final del partido.

Ganó por 1-2, con un gol postrero del mismo delantero francés en tiempo añadido, a pase de Jordi Alba, para sentenciar la remontada en una noche de pesadilla que dejó en el aire la esperada, pero no vista, mejora de un Barça horrible. Venció en el minuto 94, cuando se adivinaba la prórroga. Evitó un KO histórico… Aunque no ocultó todo lo demás.

El ridículo de la primera parte fue de época. Se podría decir que histórico atendiendo a que el equipo de Quique Setién no fue capaz de rematar ni una sola vez a puerta, sobó el balón sin ninguna intención y sumando un 82 por ciento de posesión no fue capaz de avisar al meta local, poco más que un espectador de lujo en el partido más inesperado.

Diez minutos bastaron para que se encendiera la luz de alarma en el Barça. Una internada por la banda izquierda de Rui acabó con un centro raso hacia atrás al que Riqui Puig respondió siguiendo el balón con la mirada, en un despiste imperdonable del que se aprovechó Javi Pérez para rematar raso y cruzado, lejos de un Neto que lento en los reflejos y que encendió a la hinchada local, eufórica con un 1-0 tan impensable antes de comenzar como alucinante a la vista del juego.

El equipo azulgrana tocaba y tocaba pero lo hacía sin intensidad, sin idea ofensiva, sin encontrar a Griezmann, sin que apareciera De Jong, sin que desbordase Ansu Fati y sin que Riqui pudiera tomarle el pulso al juego duro e intenso de los locales, más positivos y optimistas a medida que avanzaba el juego.

Tal era el desastre del Barça que aún tuvo fortuna de llegar al descanso con desventaja mínima. Un gol anulado, correctamente, a Pérez por falta previa a Lenglet y un disparo al palo, tras el que Neto rechazó el remate posterior que se encontró encima, pudieron aumentar la ventaja de un Ibiza relanzado en el ánimo y que moralmente aplastaba al equipo de Setién, incapaz de mostrar una superioridad tan evidente sobre el papel como inexistente en el campo.

«Esto tiene que cambiar», se escuchó decir a un jugador azulgrana camino de los vestuarios en el descanso. ¿Cambiar? Para nada porque el principio de la segunda mitad fue más de lo mismo. La misma intensidad e ilusión del Ibiza, mezclada con la indolencia, lentitud y tristeza del Barça repetía las claves vistas en la primera mitad. Sin sospecharse ninguna rebelión de los cracks.

Le costó al equipo de Setién 62 minutos, ¡62!, rematar por primera vez a puerta, siendo su autor Ansu Fati y marchándose el balón algo desviado. Para entonces el Ibiza ya había pasado de la ilusión al convencimiento. Ya entendía posible dar el golpe maestro, ya intuía la opción de protagonizar la gran sorpresa de la Copa viendo a un rival que no se rebelaba contra su hundimiento y que seguía mostrando una imagen lamentable. Por no decir algo peor.

Y es que Germán, el meta local, no tuvo que intervenir hasta el minuto 67, en un disparo sin mucho peligro de Rakitic en pleno desbarajuste azulgrana que intentaba de la manera más individual, relanzado solamente por Ansu Fati, solucionar un desastre cada vez más cercano y al que Setién quiso despertar con la entrada de Arthur en lugar de Riqui Puig, quien no mostró, ni de lejos, lo esperado.

Cierto es que a medida que avanzaba el reloj disminuía la intensidad y fortaleza de un Ibiza cansado físicamente y cada vez más retrasado en el campo, ofreciendo más terreno al Barça y suspirando por saber sufrir. Y casi de la nada le llegó el castigo, superado el minuto 70 cuando De Jong encontró un hueco para asistir a Griezmann en el área para que el francés, en su primer remate a portería, lograse el empate.

Para entonces ya había entrado Jordi Alba, también lo hizo Arthur Melo y acabó, en el minuto 81, haciéndolo Arturo Vidal, dispuesto como última solución a revolucionar el partido en esa recta final. Intentando despertar a un Barça sin ningún plan y que mandaba en el campo, simplemente, por su mayor capacidad física y superioridad técnica.

Ya estaba Ansu, el único capaz de desbordar, situado en punta y el dominio azulgrana era evidente, ante el nerviosismo creciente de un Ibiza que se defendía con todo, más ocupado en mantener el empate que buscar el 2-1, bajo la lluvia y esperando alcanzar la prórroga para mantener vivo su gran sueño.

Y lo mantuvo hasta el minuto 94. Cuando Alba vio a Griezmann, le dio el balón y el francés remató a la red sentenciando la clasificación de un Barça oscuro como no se recordaba. Apareció apenas en tres ocasiones el francés y marcó dos goles. Suficiente para pasar ronda. Aunque la imagen fuera lamentable.