En PSG la relación entre Luis Enrique y Kylian Mbappé se terminó

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La confianza que el entrenador del París Saint-Germain, Luis Enrique, mantenía con su capitán, Kylian Mbappé, ha dado paso a una ruptura paulatina, fría, hecha de gestos y agravios velados, desde que el jugador anunció que no seguirá en el club a partir de junio.

Un conflicto alimentado por ambas partes que sube de intensidad en vísperas de la cita clave del próximo martes en San Sebastián, donde los parisienses buscarán rentabilizar el 2-0 que lograron en el Parque de los Príncipes para evitar una tercera eliminación consecutiva en octavos de final de la Liga de Campeones.

El último capítulo de esa ruptura se vivió anoche en el estadio Luis II de Mónaco, donde cada una de las partes decidió elevar un poco más la tensión a su manera, añadiendo una jugarreta más que cualquiera puede interpretar que iba destinada a la otra parte.

El entrenador le dejó en el vestuario en el descanso, dejando clara una vez más que su condición de intocable es ya cosa del pasado y que, ahora, el máximo goleador histórico del club será un temporero.

El jugador respondió subiendo al palco para ver la segunda parte junto a su madre, lo que desvió buena parte de la atención del césped hacia una grada que le guarda una enorme admiración porque entre 2015 y 2017 le vio nacer, crecer y hacerse profesional antes de dar el salto al firmamento.

Tras el partido, en el que el PSG no pudo pasar del empate a 0 y, en buena medida, gracias a una gran actuación de su portero Gianluigi Donnarumma, Luis Enrique reiteró el discurso oficial, el de que está ya preparando al PSG al post-Mbappé, sin que parezca estar así calmando la situación.

Cualquier experto en conflictos sabe que cuando las partes tienen poco que perder las decisiones se radicalizan y todo apunta a que en este la subida de vatios es inevitable.

A menos que jugador y técnico se aferren a eso poco que tienen que perder. Luis Enrique, debilitar su mejor baza para afrontar el tramo decisivo del año; Mbappé, acabar como siempre soñó por todo lo alto su aventura en el club de su ciudad natal.

Por ahora, los beligerantes no parecen estar pensando en eso y sí en dañar a la otra parte.

El futbolista, que de cara a la galería sigue interpretando el papel del fiel soldado, parece algo alienado en el terreno de juego, donde no se ha visto su mejor versión desde que anunció su espantada.

Es cierto que solo ha jugado desde entonces la mitad de los minutos posibles, porque así lo ha querido el entrenador español, pero hay ya ciertas suspicacias en la grada sobre si su cabeza no estará ya centrada en Madrid.

Luis Enrique, poco adepto de la diplomacia, se muestra más ofensivo y va, poco a poco, quemando puentes. Hace una semana le cambió a la hora de juego contra el Rennes (1-1) y, en vísperas del partido frente al Mónaco, sin que la prensa le preguntara por ello, lanzó un dardo envenenado a su capitán.

«Estoy convencido de que el equipo será mejor la temporada próxima, a todos los niveles, defensivamente, ofensivamente, tácticamente», dijo.

Nadie dudó del destinatario de sus palabras que mostraban la distancia que paulatinamente se va instalando entre el técnico y el atacante, según relatan medios franceses.

Apenas se dirigen la palabra y Luis Enrique no se molestó en explicar al jugador los motivos por los que no saltaría al campo en la segunda mitad en el los vestuarios del Luis II, según relata Le Parisien.

Ante la ausencia de conversaciones directas, el entorno del jugador trató de tender puentes con la dirección en los intestinos del estadio monegasco, cuenta por su parte L’Équipe.

Como en todo conflicto, parece que solo los mediadores pueden conseguir que el final de la era Mbappé en París no salte por los aires.