Barcelona tropezó con Granada, perdió la gran oportunidad de ser líder en España

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El Granada, que nunca había arrancado ni un simple empate en sus visitas al Barcelona y contaba por derrotas sus 26 encuentros anteriores en el estadio azulgrana, dio un golpe bestial a la Liga, venciendo por 1-2 y convirtiendo la esperada jornada de fiesta del Barça en un funeral.

De repente se apagaron las luces y ese equipo solvente, relanzado y eufórico se dio de bruces con una realidad inesperada. Marcó Messi y pareció todo solucionado… Pero huérfano de un 9 de verdad no llegaron más goles cuando se necesitaban y el Granada, ordenado, humilde y peleón, conquistó una remontada tan impensable como bestial.

Ya no depende de sí mismo el Barcelona para ser campeón porque está, igualado a puntos, por detrás del Real Madrid y atendiendo a un final de temporada eufórico como pensaba, hablando de ese duelo frente al Atlético de Madrid, se cayó de mala manera.

Nada salió como esperaba. Absolutamente nada en una tarde trágica en clave azulgrana…

Ronald Koeman agitó la alineación dando descanso a Dest, Lenglet y Pedri para colocar en su puesto a Sergi Roberto, Umtiti e Ilaix Moriba, manteniendo el esquema de los últimos partidos (se entiende que fueron cambios hombre por hombre) y disponiendo de un equipo eminentemente ofensivo, necesitado de ganar y decidido, se entendía, de buscar la victoria por la vía rápida para evitar sustos…

Pero nada salió como se suponía o se confiaba. Entró con determinación el equipo azulgrana en el partido, dominando sobradamente a un rival ordenado y acosando la portería de Aaron Escandell. Rápidas combinaciones, buena colocación de los jugadores y posición en el juego daban a entender que se cumpliría la tradición: las 26 anteriores visitas del Granada al estadio azulgrana habían terminado, siempre, con victoria local.

Y después de un par de avisos, de una excelente prestación de Busquets como ancla y de Ilaix como enganche por detrás de Messi y Griezmann, una magnífica asistencia del francés terminó con el remate cruzado, a la red, del capitán, que puso por delante al Barça y dio la sensación de empezar a sentenciar una nueva victoria.

El Barça ya era líder, era solvente, era ágil en su juego y se encaminaba a un nuevo triunfo, trascendental en la carrera por la Liga… Pero no le alcanzaba para conducir.

ese triunfo a una resolución. Le volvió a costar encontrar el arco rival y el dominio absoluto con el que acabó la primera mitad no se tradujo en ese gol tranquilizador.

La muralla y orden defensivo del Granada comenzó a ser un dolor de cabeza para los de Koeman. Y su buena disposición acabaría por provocar el susto. Monumental.

HUNDIMIENTO

De manera impensable todo cambió tras el descanso. Rozó el 2-0 Griezmann con un remate demasiado cruzado pero comenzó a creer en el empate el Granada, estirándose y aprovechando ese déficit enorme que tiene el Barça en ataque, donde sigue huérfano de un 9 resolutivo que le acabó pasando factura.

Un lanzamiento largo de Luis Suárez que no acertó a rechazar Mingueza en carrera defensiva acabó con el balón en poder de Machís y su remate cruzado, ganando en la carrera a Sergi Roberto, provocó el empate poco después de la hora de partido. El desespero…

Y en pleno agobio, sin saber la manera de romper a un rival crecido llegó el segundo golpe. Un centro de Adrián Marín al que ni llegó Piqué ni atendió Umtiti dejó solo, completamente, a Jorge Molina para que su testarazo volviera a sorprender a Ter Stegen. 1-2. Lo nunca imaginado…

Sin Koeman en el banquillo (expulsado) y desesperado, sin plan ni orden, el Barcelona, tocado moralmente, buscó de cualquier manera minimizar lo daños con, al menos, un empate que le permitiera seguir dependiendo de si mismo en la Liga.

No lo consiguió. No hubo manera porque no hubo plan ni orden ni concierto. Dos veces remató a puerta el Granada y marcó dos goles. Al Barça no le sirvió ni recolocar a Piqué de delantero centro, ni dar entrada a Dembélé y Trincao, ni confiar en la magia de Messi. Nada de nada.

Y la tarde de la fiesta acabó por convertirse en la noche del funeral.