Redacción – Josep Lluís Núñez i Clemente, el presidente más longevo de la historia del FC Barcelona, que permaneció 22 en el cargo pese a la inestabilidad institucional propia del club barcelonista, ha fallecido a los 87 años víctima de una cruel enfermedad. Núñez cogió un club encallado en la nostalgia de épocas deportivas mejores y con una gran deuda económica, que se financiaba principalmente a través de las cuotas de sus asociados, y lo transformó en una entidad saneada, pionera en la explotación de modernas fuentes de ingresos y que volvía a ganar títulos de una manera regular.
Accedió a la presidencia tras imponerse a Ferran Ariño y Nicolau Casaus (que inmediatamente se incorporó a su junta directiva) en las elecciones celebradas el 6 de mayo de 1978, las primeras elecciones presidenciales democráticas tras la muerte de Franco. Y refrendó el apoyo social en los comicios de 1989 ante Sixte Cambra y 1997 contra Àngel Fernández. En 1981 (avanzó un año las elecciones), 1985 y 1993, años de período electoral, ningún candidato alcanzó el número de firmas de apoyo necesarias para enfrentarse a Núñez.
El primer título conseguido por el equipo de fútbol en la era Núñez fue la Recopa de Basilea, en su temporada inaugural, 1978-79, con Quimet Rifé en el banquillo aunque había empezado la temporada Lucien Muller. Fue el primer título europeo en muchos años del club, que desplazó a 30.000 barcelonistas a la ciudad suiza en la primera de muchas caravanas azulgrana a finales europeas. Pese a aquel éxito, los primeros años fueron muy complicados para un presidente inexperto que no contaba con el apoyo de la aristocracia barcelonista porque había roto la hegemonía de la industria textil en el club, no estaba relacionado con el catalanismo y había vencido al candidato continuista, Ariño.
Comienzos difíciles
Demasiados cambios de entrenador y falta de una idea clara de proyecto. Desfilaron por el banquillo Muller, Rifé, Helenio Herrera (en dos ocasiones, con una Copa del Rey incluida), Kubala y Udo Lattek, hasta la llegada de Menotti, en quien Núñez creyó haber encontrado a su hombre. Pero, pese a las Copas de 1981 y 1983, a una segunda Recopa (1982) y a fichajes de cracks como Maradona y Schustyer, la primera Liga de Núñez no llegó hasta la campaña 1984-85, bajo la dirección del técnico inglés Terry Venables (recomendado por Bobby Robson para sustituir a Menotti) y con el liderazgo de Schuster. Núñez ya contaba entonces con un gran respaldo social, pero un año después llegó la traumática pérdida de la final de la Copa de Europa en Sevilla, que abrió un período de dos años grises. Un fin de ciclo deportivo que amenazaba con llevarse por delante también a Núñez.
Ante las elecciones de 1989 y con Venables destituido y sustituido por Luis Aragonés, Núñez arrebató a la oposición el fichaje de Cruyff, que ya le había dado su apoyo en 1978, en sus últimos coletazos como jugador, y lo presentó en 1988 como regenerador del equipo tras el Motín del Hesperia, protagonizado por la plantilla a causa de la fiscalidad de los contratos de imagen.
En Cruyff, al que defendió antes de los grandes éxitos pese a la antipatía mutua que se profesaban y a la constante guerra fría que mantuvieron, Núñez encontró al técnico ideal. Cruyff dotó al club de una estructura reconocible en todas las categorías y juntos construyeron el Dream Team, que condujo al equipo a su primera Copa de Europa (1992, con cracks como Koeman, Bakero, Stoichkov, Zubizarreta o un joven Guardiola, entre otros) y a la conquista de cuatro Ligas consecutivas, entre otros títulos, como la tercera Recopa y una Copa providencial que salvó a Cruyff ganada al Madrid en 1990.
El final de la era Cruyff (1996) marca el inicio de la fase final de la presidencia de Núñez. Tras ceder el control deportivo primero a Venables y después a Cruyff, el elegido para reverdecer laureles fue Louis van Gaal, tras un año de transición con Bobby Robson, que ganó pese a estar sólo una temporada la Supercopa de España, la Copa del Rey y la cuarta Recopa de Europa, con el mejor Ronaldo al frente. Le falló la Liga.
Sí la logró Van Gaal (dos seguidas, 1997-98 y 1998-99, en el año del Centenari), pero le faltó la Champions pese a una gran inversión. Aunque Núñez superó la moción de censura del Elefant Blau en 1998, el fiasco en la Champions del Centenari del club y la eliminación a manos del Valencia en la edición 1999-2000 en semis desencadenaron su adiós. Sintiéndose presionado económicamente por las inspecciones de Hacienda, deportivamente por el cruyffismo, políticamente por un partido en concreto y mediáticamente por un sector del entorno, Núñez anunció en mayo de 2000 que lo dejaba, pese a seguir contando con un respaldo mayoritario de los socios.
Su legado fue un club saneado al que mantuvo independiente de cualquier control exterior, político o mediático. Su obsesión fue asegurar esa independencia de la entidad y hacerla crecer económica y patrimonialmente.
Con Núñez llegaron las primeras auditorías, fue pionero en reclamar dinero para los clubs a las televisiones, incorporó el ‘merchandising’ (lo llamaba ‘ingresos atípicos’), creó el Museu y la Fundació, construyó el Mini y amplió dos veces el Camp Nou, firmó grandes contratos de derechos de TV y de equipación y en todos sus ejercicios hubo beneficios. Compró los terrenos de la futura Ciutat Esportiva, pero sus desaveniencias con la Generalitat retrasason su construcción, que no pudo llevarse a cabo hasta después de la finalización de su mandato.
Impulsó también las secciones hasta convertir al Barça en el mejor club polideportivo del mundo y cerró su presidencia con un total de 176 títulos en todas las secciones profesionales.