Redacción – Los jugadores del River Plate y del Boca Juniors se medirán en el estadio Santiago Bernabéu para decidir quién es el campeón de la Copa Libertadores mientras que en las gradas, frente a frente, estarán dos de las aficiones más pasionales que se conocen en el fútbol mundial.
El amor por los colores de los hinchas de uno y otro equipo supera en ocasiones aquello que muchos entienden como lógico. Lo explica Nicolas Mattera, miembro de la comisión directiva de la peña de Boca Juniors en Madrid, en una entrevista antes del histórico duelo que se disputará en la capital de España.
«Conozco gente que directamente se ha divorciado por el Boca Juniors. Era ‘o el Boca o yo’ y terminó siendo el Boca, es algo que no se puede parar. Pero hay miles de historias. Ahora en la peña estamos recibiendo cerca de trescientas o cuatrocientas consultas al día de gente de Argentina y hay algunos, literal, que nos ofrecían su coche a cambio del vuelo y la entrada a la cancha», afirma.
«Hay también muchísima gente que ha dejado su trabajo. Dijeron que no se lo perdían, no les dieron el día libre y se fueron dejándoles que decidieran qué hacer con ellos. Y así muchas historias. Se están dando situaciones de gente que se ha dejado todos sus ahorros para comprar el pasaje y pide que les dejen dormir en la terraza de cualquier casa sin tener cómo volver», relata.
Son esfuerzos que los hinchas están dispuestos llevar a cabo en otras muchas situaciones, no solo en esta tan trascendente. Mattera, sin ir más lejos, no dudó en hacer un paréntesis en sus vacaciones estivales para acompañar a los suyos en un torneo de verano.
«Hice 1400 o 1800 kilómetros en plenas vacaciones para ver el partido del Joan Gamper contra el Barcelona. Estaba mi madre, que había venido de Argentina. Dejé a todos, tomé el auto a las cinco de la mañana para llegar hasta Sevilla, luego un avión, luego un tren… Eso es un poco una constante, dejar tiempo y dedicarlo a algo que te hace feliz», señala.
Pese a todo encontró comprensión en la figura materna: «Por mi madre sí es fácilmente entendible porque me conoce, porque también ha sido protagonista del Boca cuando era joven ya que mi padre formó parte de la comisión directiva. Ellos cuando eran jóvenes iban mucho y formaban parte de la vida del club».
«Mi mujer es madrileña y le cuesta bastante más, incluso después de tantos años juntos. Le parece absurdo como le parece absurdo que yo esté concediendo esta entrevista ahora mismo. No entiende qué puede tener de importancia el fútbol. Con el tiempo hemos llegado a un punto de equilibrio donde entiende que sin esto no puedo vivir y a ella tampoco le importa mucho», manifiesta.
El de viajar al Camp Nou no ha sido su único sacrificio por el club de sus amores: «Tengo un hermano menor y tanto él como yo nacimos con una enfermedad renal crónica. A los dieciocho años me operaron y me hicieron un trasplante que me donó mi padre. Entré con mi padre en el hospital y cuando nos pusieron uno al lado del otro me decía que al salir íbamos a ir a la cancha del Boca».
«El problema es que cuando salí una de las primeras cosas que le dicen a un trasplantado es que no puede tener contacto con gente. Discutí tremendamente con los médicos porque yo quería ir al campo cuando estaba ya en mi casa y me empezaba a sentir un poco mejor. Nos peleamos y llegué a un punto de negociación en el cual yo fui acompañado allí de un enfermero y con una mascarilla. Fue la primera salida pública que hice, junto con mi padre también», indica.
Como él, son muchos quienes sortean los obstáculos que les pone la vida para alentar desde la grada: «A la gente no le extrañó. En el estadio del Boca si tu estás en la tribuna ves de todo. El día que Martín Palermo en su regreso le hace el gol al River Plate y les dejamos fuera de la Copa Libertadores vi gente de dos metros llorando a mares tirados en la tribuna».
«Es común que venga un inválido, que entre un parapléjico, que vayan ciegos a la cancha. Está tan difundida la pasión que lo más normal del mundo es que veas a gente que va allí como último recurso en su vida para morirse a los dos meses», explica.
Muchos de los que comparten ese amor por el Boca Juniors en tierras madrileñas se han unido a él en la peña: «La montamos porque estábamos solos como perros. Ahora todo es muchísimo más fácil pero cuando llegué a España hace doce o trece años era hasta difícil ver los partidos de Argentina en el Mundial. Éramos tres o cuatro locos que nos juntábamos en algún bar de algún argentino».
«La peña fue creciendo y hoy convoca 700 personas para ver algún partido. Fue como un sitio para poder juntarnos y desahogarnos por ejemplo a las tres de la mañana un miércoles solos y muertos de frío en un lugar para ver un partido de la Copa Libertadores. Hacemos vídeos, sorteos, asados, tenemos un equipo de fútbol… «, agrega.
Dadas las circunstancias no oculta que le costaría asumir una derrota contra el River Plate en el partido: «Me costaría porque el camino que ha ido llevando al Boca Juniors hasta la final ha sido de menos a más y porque de alguna forma entre las peleas clásicas Boca-River está ‘la mancha’. Cuando el River se va a la B fue un antes y un después dentro de nuestra relación histórica».
«Es un insulto tremendo en Argentina ese descenso y de alguna forma si bien no es lo mismo perder una final que bajar a la segunda categoría, el sector del River intentaría de alguna forma argumentar que ellos ganaron la final», razona.
Pase lo que pase, confía en que nadie estropee la fiesta: «Cualquier persona que conoce bien el ambiente del fútbol sabe perfectamente que si hay un lugar donde nadie va a pelearse es en Madrid, fuera de Argentina. Los sectores ultras no son estúpidos».
«Es mucho más compleja la violencia en Argentina, tiene un entramado infinitamente más complejo de lo que se cree. Muchas veces no son los jefes de la barra sino los pibes que dan vueltas por ahí, que suelen seguirla, quienes van y tiran algo por una orden. Todo eso no va a pasar, el clima de barra brava no va a existir. Por otro lado sé que la policía de Madrid no es como la de Buenos Aires y aquí metes a alguien en la cárcel y no lo saca el político de turno», comenta.
La final será, quizás, el choque más importante de su vida. Algo que poder contarle a los que vengan detrás: «En el caso de mi hijo me apena mucho que él no haya podido vivir de momento algunas cosas que yo he vivido porque solo tiene tres años. Yo fui a ‘La Bombonera’ siendo más pequeño y el entorno del estadio incluso hoy es absolutamente deslumbrante. Ninguna persona del mundo que entra en un partido oficial en la cancha del Boca Juniors sale indemne. En algún momento me gustaría llevarle».